REVISTA INDEPENDIENTE DE LIBRE EXPRESION SONORA


AÑO 2 / Marzo 2000.Página. 12


Papeles de La Barranca

Sección narrativa del diario

Espacio dedicado a recorrer artículos relizados por nuestros colaboradores - ciberescritores

EDITORIAL

Capítulo I


Iniciación de la sección (pauta)




Bajo la falda de la Mujer Muerta


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por J.A.Arteche Gual / Marzo 2000.
La Barranca - Segovia.

Las nubes acarician suavemente los pétreos labios de la mujer dormida, besando su inmenso cuerpo y dejando dulcemente sobre él, un paño blanco de fría nieve. En este atardecer de los primeros días de primavera, los últimos rayos del sol se cuelan entre las nubes de poniente, coloreando de naranja los párpados y el inflado vientre, mientras el resto del mitológico cuerpo, se confunde con la neblina, dejando entrever alguna parte de su anatomía segun va moviendose caprichosamente por la ladera. El bosque de pinos que baja por ella, luce verde oscuro, contrastando con el gris de las piedras de la morrena, en las torrenteras de la montaña. Desde esas alturas se puede divisar el majestuoso vuelo de una cigüeña que transporta una rama de carrasco en su pico, para colocarla sabiamente, en su nido con vistas al Soto de Revenga.

La tarde va ennegreciéndose y un frío serrano se va apoderando del ambiente exterior. En el amor cálido de la chimenea y con una taza de café humeante sobre la mesa me dispongo a contaros mis primeras impresiones de un año de convivencia con la naturaleza. Es mi primer año de vida en el campo, trás pasar gran parte de mi vida en las bulliciosas calles de la gran urbe de Madrid, conviviendo con el ruido y el humo, y con la pelea cuerpo a cuerpo del trabajo competitívo.

Ahora en estos instántes de mi mediana edad necesito romper el silencio que he ido acumulando con una espesa capa de polvo en los muebles donde guardo los recuerdos y los sueños. Será por eso o por vivir frente a la montaña femenina, hace que abra mi natural timidez y, sin pudor, deslice algun sentimiento al mare procelosum de este periódico digital. También algo de soledad aldeana tiene la culpa.

La vida en el campo me arrastra a comunicarme más abiertamente, pués el mutismo y la meditación ocupan algunas horas de mi vida, compartidas, con las faenas cotidianas y el momento de la partida de dados en el bar de Poli. Si, ese sagrado momento que se vive en los bares de los pueblos españoles. El rato de jugarse el café y el honor perdido el día anterior cuando te toca pagar la ronda y la sonrisa asoma sarcásticamente en las comisuras de tus rivales, es el único rato del día que te puedes encontrar con alguien en este lugar solitário de Castilla la vieja.

El invierno este año ha sido duro, frío y seco. Hemos alcanzado noches de once grados bajo cero y en todo febrero no ha caído ni una gota de agua. Por aquí comienzan los temores de otra sequía pués, la primavera ya está llamando a las puertas y solamente hemos vivido una nevada, hayá por noviembre. Las esperanzas no se pierden y el hombre del tiempo, desde la tele, por fín nos anuncia cambios atmosféricos con borrascas moviéndose desde las Azores hacia Iberia y frío polar en las capas más altas. Al fín las nubes vienen cargadas de agua y hoy, he visto caer unos finos copos de nieve mezclados con un orballo acuático. Es obligado quemar las ramas de la poda pasada, troceadas en pequeños troncos que, junto a las ramas secas de los rebollos y las grandes piñas que regala el pino que cobija mi casa, emanan un perfume mágico a la estancia caldeando los rincones y el pelo jaspeado de mi gata. - ágata.

Yo, un hombre hecho en la ciudad, comienzo una nueva vida rodeado de silencio, nubes cárdenas y montañas multicolores. Las cuatro estaciones del año, vividas y sobre todo, sentidas en la piel y, lo de dentro, de otra forma. No quiero decir más natural pués, lo natural es todo. Quiero decir diferente. Con otro ritmo y otra música. Otra medida de tiempo y otra forma de relacionarse en el medio. Cambios en la piel y en las manos. Otra forma de vestir y de actuar. Cocinar y lavarse tu própia suciedad. Hablar con tu gata y contigo mismo. Caminar entre las secuollas y los ciervos del Palacio de Riofrío. Sentir otro calor y otro frío.

Desde que al final de los sesenta y trás las huellas de Kerouack, un puñado de jóvenes sentimos la necesidad de cambiar los hábitos de la existencia adentrándonos en los caminos de huida hacia paraísos utópicos. Siempre tuve envidia de aquellos que tenían la valentía de salir de la tivieza de las sábanas maternas y con decisión caminaban por el sendero del conocimiento y no por el barranco de la especulación. Casi todos ellos partían de la protección de la tribu para buscar el fuego y cuando volvían, si volvian, contaban maravillas del viaje; sin embargo, los que se quedaban eran dados al ultraje político y a la riqueza especulativa. No se muy bien que pudo decidir el camino de mi existencia, pero el viejo Jack viajando "en el camino" tuvo algo que ver. En "Los vagabundos del Dharma ", el protagonísta acababa el viaje, siendo guardabosques y aquella descripción de su experiencia, a mi me marcó. - Ay de aquellos que se vuelven tan locos como Don Quijote que, sencillamente leyendo y al ver volar las aspas del los molinos, son llevados a las ciudades sumergidas acompañados de la dulce música de una banda de hipocampos.

Peter Beckman. Madrid 1967

Cuando Kerouack escribia sus historias y el jazz salía por los ventanucos de los garitos yo rondaba por los quince años. Tuve la inmensa suerte de vivir en un bloque de lo que eran las afueras de Madrid. A partir de mi casa el campo y los arrabales se fundian en el horizonte con el pueblecito de Vallecas separados por la vía del tren de Arganda, cuyo humo dibujaba nubes negras y hacía temblar a su paso a las chabolas de los gitanos que merodeaban por allí. En el sexto C, vivía un muchacho alemán, un alemán que tuvo la fortuna de escapar de la masacre siendo un niño, junto a su padre Max Beckman, ingeniero industrial, huido no se bien, de las garras de Hitler y felízmente establecidos, los dos solos, pués la madre había desaparecido en la huguera de la guerra, en la ciudad. Trás vivir aquel horror, el señor Beckman era uno de los primeros ingenieros de la casa de camiones Pegaso y el que encaminó a su hijo Peter hacia la pasión por la música. Cuando yo volvía del colegio me pasaba, a veces, por su puerta del sexto C, donde Peter me abría a un mundo diferente con unas músicas venídas de ultramar donde, se mostraban unos aires de libertad que contrastaban con lo que yo escuchaba por la radio oficial españóla. Paul Desmond y Dave Brubeck, Charly Bird, Gerry Mulligan, Thelenius Monk, John Coltraine hasta llegar al maestro Miles Davies volaban por la aguja de su Melodial monoaural, dejando en la habitación una energía distinta a la que se podía sentir por el Madrid de los fríos años 50. El me introdujo en el existencialismo francés y en los sentimientos de la filosofía Beatnick que venían de America. Por las tardes nos reuníamos también, en la Cervecería Alemana, primer lugar de encuentro de los chicos malos, con el pelo más largo de lo establecido por las normas militares imperantes y con una barba recortada y pensativa. Por el local de la plaza Santana, corría una fauna variopinta y viajera; desde una chica diferente y libertaria hasta el mísmisimo príncipe Simeón de Bulgaría. Se fumaban, como ya se decía por entonces, los primeros joints de marihuana y alguno le daba a la absenta, queriendo imitar la bebida de los verdaderos beatnicks, "the absent lovers" como más tarde les definiría Adrian Below en el Beat de King Crimson, con la canción "Neal and Jack and me", en claras referencias a las correrías de Neil Cassidy y Jack Kerouack por las autopistas de USA. Todos amábamos el Jazz y por las noches, casi siempre, nos veíamos los mismos pájaros en el Whiskey Jazz de la calle Villamagna, escuchando al gran Billy Brooks haciendo paradidles con las manos, llenas de esparadrapos, en su vieja batería mientras un joven pianista catalán, Teté Monteliu nos trasladaba, con sus preciosas armonías y su impecáble virtuismo a olvidarnos de la realidad reprimida por aquellos tán extraños y duros años de la dictadura del general Franco. Peter Beckman fué otro de los duendes de mi historia enseñándome una nueva frontera por donde perderme. Dios lo tenga en su gloria pues se lo llevó hace ya más de 30 años de un traicionero cáncer en plena juventud. Te quiero Peter.



Te pido perdón, amable lector, por estos viejos recuerdos que me asaltan de repente, llevando mi pensamiento por épocas que parecen no tener nada que ver con mi realidad actual y con esta historia pero, como te puedes imaginar, uno es de donde viene o de donde ha estado plantado y la vida es una concatenación de historias que hacen que seamos como somos y que todo, como un hilo de Ariadna, tenga que ver en tí , presentándose ante tí de una forma muy real, llegando casi a vivir de nuevo aquellas épocas de la vida que más te han dejado huella y que han sembrado la simiente del ahora. Todo esto viene, por que he puesto un disco de vinilo de Jimmy Smith en el plato que todavía conservo en buen estado, junto a una extensa colección de LPs de estos últimos cuarenta años. Y ahora aquí, en esta tarde, viendo nevar por la ventana del cuarto y con ágata desperezándose en el sillón, el poder emocional de la música del gran organista y su jazz rítmico y profundo, me llevan a aquel cuarto luminoso del sexto piso, letra C del número 52 de la calle Doctor Esquerdo, donde tuve los primeros conocimientos de que por el otro lado del mundo, la juventud pregonizaba una vuelta al campo, a la naturaleza, con la sabiduría de la música en lo más profundo del ser.

(Continuará)


POEMARIO


Días de olivos
PABLO GUERRERO

Una sombra, una sombra, una sombra.
Descansan y contemplan
las nubes una sombra

Un silencio, un silencio, un silencio.
El amor es de luz y ciega en el silencio

La mirada inocente,
la plegaria del día,
la paciencia del agua.

Una rama, una rama, una rama.
El aire nos espera
sin cansancio en las ramas.

Mar azul, mar azul, mar azul.
Secretos que dan vida
refleja el mar azul.

La mirada inocente,
la plegaria del día,
la paciencia del agua.

Un ritmo, un ritmo, un ritmo.
Sentimos respirar
la desnudez de un ritmo.

Un acorde, un acorde, un acorde.
Un acorde de paz
se parece a tu nombre.

La mirada inocente,
la plegaria del día,
la paciencia del agua.

Necesitamos días de olivos.
El mundo necesita días de olivos.


Poema escogido del libro-disco
"Los dioses hablan por boca de los vecinos" de Pablo Guerrero





Ilustración del cómic "Las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín" de los años 50.



Música Sin Fin
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