REVISTA INDEPENDIENTE DE LIBRE EXPRESION SONORA
AÑO I / Abril 1999.Página. 9
"PANGEA" un viaje al Continente Unico
Javier Paxariño descubierto como uno de los músicos más importantes de las Nuevas Músicas con este magnífico disco
Críticas y artículos de prensa
ABC
MADRID, miércoles 8 de Julio de 1992
Fernando Neira
El segundo proyecto en solitario de este talentoso artista granadino (en este caso, bajo la supervisión del admirable Juan Alberto Arteche Gual) lleva el nombre de aquel continente único que habría dado origen a los actuales tras su disgrgación, y este yalante integrador posibilita su trabajo arrebatador, místico y hermosísimo. Los más inusiuales instrumentos de viento y las percusiones hipnóticas nos acercan desde el Magreb hasta Oriente Próximo, y desde allí hacia la India, en un recorrido pletórico de fuerza creadora. Música para la "aldea global", ahora que las posibilidades sonoras de occidente parecen cada vez más limitadas.
Saxos, saxello, flautas, ti-tse, ney, sino-bué, keval, bansouri, madahl y quena, son los instrumentos utilizados por Javier Paxariño en su disco Pangea. Semejante exhibición indica una vocación de acercamiento a músicas autóctonas, especialmente orientales, en las que Paxariño muestra una sensibilidad especial. Instrumentos de gran lirismo e imaginación, su capacidad de expresión, no sólo ambiental, convierte a Pangea en una aventura sonora.
PANGEA el nacimiento de una gran obra ![]() |
" Conocí a Javier Paxariño entre vapores de caipiriña, tocando poseido en las lejanas noches del Oba-Oba con el samba de Los Frutos Tropicais. Le perdí la pista durante algunos años y luego la propia vida nos volvió a reunir, grabando en mi estudio una banda sonora que me habían encargado sobre la extinta Unión Soviética. ¿Qué había pasado durante esos años navegando en el Guadiana?. Yo le recordaba con su viejo saxo tenor haciendo sudorosos solos en la base de una cuica y un zurdo, y ahí estaba ahora, soplando y cantando como un ave del paraíso con su flauta bansuri que volaba sobre las áridas colinas del Pamír. Y enseguida me surgió la idea.... le propuse grabar un disco para mi sello M.S.F. donde volcaramos un torrente de ideas que nos tenían rondando casualmente a los dos en esos tiempos de separación..... Durante esos años Javier había estado inmerso en el estudio conciezudo de culturas milenarias, coleccionaba flautas de caña, madera, metal y otros raros instrumentos que hacía sonar con gran virtuosismo e inspiración. Durante un largo año estuvimos viajando por la cada vez más conocida tierra de PANGEA (el Continente Unico). Poco a poco fuimos construyendo las piezas de ese inmenso rompecabezas, que es la elaboración de una obra musical en forma de disco. Las ideas surgian de una melodia tocada con una flauta china ó Ti-tse o en un ritmo encontrado en las mesetas de Anatolia. Los ambientes se fueron pintando con los sonidos sustraidos de las fuentes del saber de un buen puñado de amigos que estaban en la onda (E.Laguillo, X.Turrull, A. Iglesias, S. Saíz, F. Dueñas, F.Aldaz, V.Climent, T.di Geraldo, J.Mora y yo mismo) quienes dejamos nuestras almas al lado de la del "pájaro" en tan maravillosa aventura. |
Muchos profesionales y algunos amigos le llaman el pájaro, quizá porque sopla de todo. Javier Paxariño, toca casi todos los saxos, flautas traveseras, y bastantes instrumentos de viento que llegan desde China, India y el norte de Africa. A Paxariño, además, se le puede escuchar en cualquier formación de jazz, acompañando a grupos de rock como Burning, o defendiendo las nuevas músicas con nombre propio: Pangea.
Pangea es el nombre dado a la gran masa que dio lugar a los continentes actuales, y en lo musical, un intento de acercamiento a los pueblos que habitan la tierra, según Paxariño. Es también el nombre del último disco de este músico que presento en Madrid acompañado de músicos de talla, como Eduardo Laguillo - sería injusto silenciar su disco Hay algo en el aire- , Baldo Martínez, Ruggerio de Souza y Fain Dueñas.
Con todos estos elementos, Pangea ofrció un buen concierto; amalgama de estilos y con una cierta indefinición estilística que les justifica tanto en un festival de nuevas músicas como en uno de jazz; en uno de músicas étnicas como en otro de vanguardia. Con cierta frialdad interpretativa, Pangea planteó una música preciosista, compleja y disciplinada. Propone un nuevo camino de apertura hacia tímbricas orientales con mentalidad occidental, y su propuesta ofrece inspiración y una brillante ejecución. Sus composiciones mezclan lirismo en la melodía y libertad en la extructura. Con cuidado especial e imaginativo del aspecto rítmico, Pangea ofreció una buena actuación que, como todo lo indefinible, se escuchó con oídos abiertos y dejándose llevar por una música terrenal y aérea, en tiempos en los que todavía quedan pájaros sin enjaular.
Hay algunos lemas especialmente irritantes, como el que da nombre a este ciclo, y no es mala la ocasión para aclarar de una vez que no existen las "nuevas músicas", que la música y la creación toda son nuevas siempre, o no son; que la novedad en la obra musical la aporta el especial hálito del artista, y no tanto los materiales; y que estos, a menudo vienen de las tradiciones más fecundas, y lo innovador es el contexto en que se los sitúa, cuando hay intención en el autor.
Javier Paxariño es un músico de inquietudes esperanzadoras, un intérprete exquisito con abundancia de ideas, felices unas, y menos otras: Su proyecto actual, Pangea, que comparte con Eduardo Laguillo, se alimenta de referencias sonoras muy dispares, venidas de la rítmica latinoamericana, los modos árabes o hindúes o que quieren ser evocaciones del oriente más extremo.
Paxariño quiere ser un cedazo y un introductor, y eso le lleva a concebir un producto acaso demasiado amable, acomodado a las entendederas occidentales. Eso hace del catálogo de culturas presentado sólo pueda percibirse la apariencia, embellecida por el tratamiento melódico del autor. Hay muchas lineas fascinantes en el discurso de este grupo, como esas flautas de inspiración Khadiriyya que beben de la fuente de cultura musical sufí que va desde Omdurman hasta Tánger (aún cuando su origen sea en Bagdad).
Faín Dueñas y Rogerio da Sousa realizan una mezcla interdisciplinada de elementos percusivos, utilizando djembés, darbukas, bandires, cajas y platos, en función de la sonoridad, más que por la inteligencia rítmica que les es inherente en su contexto cultural. La introducción al tema llamado Nafi tenía valores muy apreciables.
Hubo en el repertorio dedicatorias para todos los gustos; composiciones dirigidos al pueblo chino, a los kurdos irredentos (Hombres de las montañas), y a las gentes del Mediterráneo entero (Puerta de hambre). Es muy de agradecer que Paxariño ayude a la emigración de las cosas del espíritu de esos hombres que vienen de fuera de este continente, cuando a sus propietarios se les niega la entrada, se les encarcela y se les pega un tiro con noctunidad.
Tienen mucho interés las ocurrencias de Paxariño, aunque quedan algo frustradas por el empeño en domesticarlas. Da la sensación de buscar la degustación complaciente del consumidor doméstico, sin darse cuenta de los elementos radicales y maravillosos que su misma propuesta contiene. Tiene aún mucho que decir, y hoy mismo, bastante más que algunas vedettes internacionales que se nos presentan como estrellas del ciclo cuyo apellido he negado al principio y no quiero volver acitar.
El ciclo dedicado a la denominada new age comenzó con la actuación de Pangea (el Continente Unico), grupo cuyo nombre ya indica la voluntad de pertenecer a muchos territorios reunidos en uno solo: Javier Paxariño y Eduardo Laguillo hacen una música nómada que puede quedar cerca de Oregón o Codona como del Paul Winter Consort. Músicas étnicas y jazz proponen un itinerario abierto y sugestivo.
Su concierto siguió los pasos de los discos "Espacio interior" y "Pangea". Hay espacio para la improvisación, para rescatar la pureza del sonido, para huir de las fórmulas convencionales. Y el soporte es la creatividad de dos virtuosos instrumentistas.
Xavier Paxariño sopla sus flautas con un sentido vuelo libre, mientras que el piano y los teclados de Eduardo Laguillo marcan los límites de esta geografía musical sin fronteras.
Las piezas, bellamente construidas, laten con el corazón rítmico de las exquisitas percusiones mediorientales y magrebíes de Faín S. Dueñas y las brasileñas de Ruggerio de Souza. Música para dejarse llevar, pero que quizá resulte algo distante dadas las dimensiones del mapa.
Excelente: **** Muy buena: *** Buena:** Regular * Mala .
Había curiosidad por comprobar las evoluciones en directo de la banda del expléndido flutista-saxofonista granadino Javier Paxariño, en un concierto que, por más señas, inauguraba el miniciclo de nuevas músicas en el Conde Duque. Así pues, las huestes de la "new age" en Madrid se movilizaron en buen número para solaz de sociólogos y psicoanalistas, que disfrutarían (imaginamos) de lo lindo con la contemplación de semejante panorama: Estos hombres y mujeres son gente silenciosa, no beben ni fuman ni se les conocen vicios malsanos, vagan por las calles con gesto entre maravillado y atónito, observan perplejos y un tanto molestos que existen otras personas de su misma tipología y tienen serias dificultades para encontrar por sí mismos la puerta de entrada y, en consecuencia, la de salida.
Pues bien: de esos, como trescientos, que nada más acceder a sus localidades llevaron la mano a la barbilla en figura interesante y dejaron pasar la hora y media de concierto en la más completa impavided.
Afortunadamente, Paxariño es un hombre que tiene cosas que decir, porque de lo contrario la resultante final habría sido por completo desoladora: El, etnógrafo de profesión, tenía que superar su natural timidez y sus no demasiadas tablas sobre un escenario, y lo consiguió de manera muy digna, con oficio y , sobre todo, buenas artes.
En Pangea, nombre que sirve para titular el soberbio último disco de "el pájaro", le acompañan dos notabilísimos percusionistas - el brasileño Rogelio de Sousa y Faín Dueñas con los trastos magrebíes- el contrabajista Waldo Martínez y su inseparable Eduardo Laguillo, que en los teclados y el piano realiza un trabajo más que correcto. De todos modos, no estaría nada mal que se atreviera a dejarse llevar un poco más por la escuela del sello ECM, de la que se siente discípulo de una manera casi clandestina.
Los cinco dan forma a una música preciosista y delicada, que Paxariño define mejor que nadie con el título de una de sus composiciones: "Mundo flotante". Sonidos propicios para espiritus introspectivos y meditabundos, aderezados con una buena ración de elementos étnicos. Ahí reside, precisamente, el principio atractivo de este hombre: redescubre las casi inagotables posibilidades estéticas del Magreb, Oriente Próximo, India o el Kurdistán, pero los aprovecha de manera más sutil que decidida, como si le moviese un cierto afán didáctico para con su audiencia.
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Música Sin Fin |
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